Cada minuto que pasa esconde una eternidad de movimiento de ruedas, engranajes, muelles que, acompasados en perfecta unión, hacen girar con mudo estruendo todas las agujas del reloj, un segundo tras otro, minuto a minuto, contando todas las horas con la más monótona de las precisiones.
Ayer sin embargo, en una preciosa tarde gris cubierta por alfombras de otoño, en un rincón demasiado intemporal para esta olla de grillos, compartiendo melodías y caricias, algo llamo poderosamente mi atención. Rodeado de naturaleza muerta, un viejo reloj descansa, tras quien sabe cuantos años gritando a voces cada hora, controlando incansable cada segundo, y ya parados los brazos, en algún instante que pudo ser el más importante o pasar totalmente desapercibido... Quizá alguien desencantado dejo de dar cuerda, quizá el mismo reloj, decidió caprichoso conservar en secreto su propio tiempo.
Otra vez algo se me movió dentro, y descubrí que necesitaba saber que y cuando, como y porque los relojes deciden dejar de cumplir su única misión, no me resigno a pensar simplemente en un fallo mecánico, cada reloj tiene su propia historia.
La imaginación se dispara y las historias corren de un lado para otro, romances, desengaños, tristezas y alegrías, música, silencio... un "te quiero" capaz de parar el tiempo, un "te extraño" con una eterna espera, un "hasta siempre" tatuado en la esfera que impide que los brazos avancen.
Estoy aquí sentado, mirándote, deseando que el reloj se pare para siempre, grabando a fuego en mi alma cada momento, aguantando los brazos del reloj, de nuestro reloj, para tenerte siempre, para que ese hasta siempre solo pueda ser un te quiero y no pensar nunca en extrañarte. Para ti, para mi reloj, para la música de mi vida.
Ayer sin embargo, en una preciosa tarde gris cubierta por alfombras de otoño, en un rincón demasiado intemporal para esta olla de grillos, compartiendo melodías y caricias, algo llamo poderosamente mi atención. Rodeado de naturaleza muerta, un viejo reloj descansa, tras quien sabe cuantos años gritando a voces cada hora, controlando incansable cada segundo, y ya parados los brazos, en algún instante que pudo ser el más importante o pasar totalmente desapercibido... Quizá alguien desencantado dejo de dar cuerda, quizá el mismo reloj, decidió caprichoso conservar en secreto su propio tiempo.
Otra vez algo se me movió dentro, y descubrí que necesitaba saber que y cuando, como y porque los relojes deciden dejar de cumplir su única misión, no me resigno a pensar simplemente en un fallo mecánico, cada reloj tiene su propia historia.
La imaginación se dispara y las historias corren de un lado para otro, romances, desengaños, tristezas y alegrías, música, silencio... un "te quiero" capaz de parar el tiempo, un "te extraño" con una eterna espera, un "hasta siempre" tatuado en la esfera que impide que los brazos avancen.
Estoy aquí sentado, mirándote, deseando que el reloj se pare para siempre, grabando a fuego en mi alma cada momento, aguantando los brazos del reloj, de nuestro reloj, para tenerte siempre, para que ese hasta siempre solo pueda ser un te quiero y no pensar nunca en extrañarte. Para ti, para mi reloj, para la música de mi vida.
